
Mantener un equilibrio razonable entre una inflexible postura “principista” de sectores que respaldan al actual gobierno y la de la población llena de matices e incertidumbres, no es tarea fácil. En una materia tan sensible como educación, más importante que satisfacer un planteamiento ideológico de corto efecto e impacto dudoso, aunque eventualmente muy costoso, es abrirse a acuerdos amplios que les den estabilidad a las reformas, que signifiquen su implementación gradual y que den cuenta de las particularidades que ha acogido nuestro sistema educacional hace mucho tiempo. La gran clase media, que lejos de ser uniforme es fragmentada y diversa, indudablemente aspira a cambios en educación, pero también a una estabilidad razonable. El Gobierno solo recuperará la confianza en su reforma educacional si logra armonizar ambos valores.
Editorial, El Mercurio.